Es probable que el Presidente Barack Obama haya tomado la decisión correcta al anunciar la normalización de las relaciones con Cuba a la luz del fracaso del embargo de seis décadas contra la isla, pero uno de las más grandes interrogantes —y de los que menos se habla— es si el régimen cubano permitirá un restablecimiento de las relaciones entre ambos países.
Todas las dictaduras —y Cuba es una dictadura bajo la definición de cualquier diccionario— necesitan un enemigo. La confrontación forma parte de su ADN. Las dictaduras deben presentarse como víctimas de una agresión, porque necesitan una excusa para prohibir elecciones libres, medios de prensa independientes, y reprimir a cualquier grupo opositor.
Y el discurso del mandatario cubano Raúl Castro del 17 de diciembre anunciando el acuerdo de normalización con Washington no dejó muchas dudas de que Cuba seguirá jugando el papel de víctima.
El General Castro dio su discurso vestido de uniforme militar, mandando la señal de que su país aún está en guerra. A pesar de las acciones ejecutivas de Obama para aumentar dramáticamente el turismo y el comercio con Cuba, Castro denunció a Washington por las restantes sanciones económicas que aún siguen vigentes.
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Etiquetas: Andres Oppenheimer, Barack Obama, Cuba