(Foto: Matt Rourke – AP)
El presidente electo, Donald Trump, ha elegido un gabinete dominado por magnates corporativos sin ninguna experiencia en el gobierno ni paciencia para recibir lecciones de historia. En otras palabras, estará rodeado de gente como él.
No hay nada malo en nombrar a líderes empresariales exitosos, en vez de a burócratas, para los cargos más altos del gobierno: de hecho, es una vieja tradición estadounidense. Cuando el presidente Dwight Eisenhower nombró al presidente de General Motors, Charles Wilson, como secretario de Defensa en 1953, dijo la famosa frase de que “lo que es bueno para General Motors, es bueno para Estados Unidos”.
Pero la historia ha demostrado que lo que es bueno para las grandes corporaciones no siempre es bueno para Estados Unidos. La prioridad de las empresas –con razón– es obtener ganancias a fin de año, mientras que los gobiernos deben pensar a largo plazo y hacer respetar los derechos civiles y las reglas ambientales para prevenir potenciales desastres para las futuras generaciones.
Como secretario de Estado, Trump postuló al presidente de Exxon Mobil, Rex Tillerson, de 64 años, quien ha pasado toda su vida adulta en ExxonMobil. Es conocido principalmente por su relación cercana con el hombre fuerte de Rusia, Vladimir Putin, quien en 2013 le concedió la Orden de la Amistad del Kremlin.
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