El periodista argentino estuvo en Punta del Este con su ¡Crear o morir!, en el que presenta “la esperanza de América Latina y la cinco claves de la innovación”.
La presentación que una charla del propio Oppenheimer tuvo la participación del expresidente Julio María Sanguinetti. No es la primera vez que el argentino viene a Uruguay, donde sus libros y sus ideas tienen muchos seguidores. Acompañado por su esposa, Oppenheimer tuvo tiempo, es parte de su trabajo de escritor, para recibir a la prensa en el confortable Grand Hotel de la Brava. Este es un resumen de su charla con El País.
—Con su libro, fenómenos como la charlas TED o el interés que hay sobre Steve Jobs, uno podría llegar a pensar que la creatividad está de moda.
—Lo que está de moda es la tecnología pero tendría que estarlo la innovación en toda su dimensión. Existe una idea un poco falseada de que la innovación solo refiere a la tecnología pero refiere a muchas otras cosas. Estamos entrando en la era de la economía del conocimiento, en la que los países que más avanzan son aquellos que más innovan. Y en muchos campos, no solo en la tecnología. Por eso, el primer capítulo se lo dedico a un cocinero, a Gastón Acurio, un chef peruano que convirtió algo que casi no existía —la cocina fina peruana— en un fenómeno internacional. Y por eso le dedico un capítulo a Pep Guardiola, un gran innovador en el fútbol. Hoy, solo Gastón Acurio representa 100 millones de dólares anuales a nivel mundial y si lo juntas con los otros chefs peruanos son un fenómeno económico de cientos de millones.
—Usted habla de polos de creatividad donde lo que aglutina son ideas y no el dinero.
—Aunque todos saben el peso y la importancia de la tecnología, cuando empezás a mirar las cifras, es mucho más impresionante de lo que parece a primera vista. El valor de mercado de Apple es 10 veces el PIB de Uruguay. Google vale más que toda la Bolsa de Valores de Rusia. WhatsApp se vendió en 20.000 millones de dólares y eso es más que todas las exportaciones de muchos países. Estamos viviendo en un nuevo mundo en el que el trabajo mental se cotiza cada vez más y el trabajo manual y las materias primas, cada vez menos. El gran desafío para nuestros países es innovar o quedarse cada vez más atrás. De ahí el título del libro, Crear o Morir, pero lamentablemente de eso no estamos hablando todo lo que deberíamos.
—Uno de los focos de muchos de sus libros y este no es la excepción, es el reclamo de una mejor educación. Nuestros países debaten cómo mejorarla y no se le encuentra la vuelta. ¿Por qué es eso?
—Hemos estado tan obsesionados con ampliar el espectro de gente que le llega a la educación, lo que está muy bien, que nos olvidamos de mejorar la calidad educativa. Por eso salimos últimos en todos los rankings. Los países que más avanzan son los que enfatizan una cultura de obsesión nacional por la educación y de veneración por los más innovadores. En China, Corea del Sur, se venera a los innovadores. Israel produce más patentes que toda América Latina junta. Uruguay debe tener un millón de chicos que quieren ser el nuevo Suárez y no un millón que quieran ser Nobel de Física. Por eso es más probable que tenga un nuevo Suárez y no un premio Nobel de Física. Crear una cultura de admiración a la innovación hará que surjan innovadores. Y en esa tarea estamos en falta todos: los periodistas porque en portada está siempre un futbolista y no el inventor del nuevo producto; los empresarios porque no ponen un premio de 50.000 dólares para el chico ganador de la Olimpíada de matemáticas y si lo hicieran van a ver cómo así los chicos se van a interesar por eso.
—Usted en un momento de su libro habla del «modelo California», referido a un lugar que es una usina de creatividad, ¿hay que importar ese modelo?
—No. Cada fenómeno es distinto pero lo que todos los centros de innovación tienen en común, son dos o tres cosas: todos allí quieren ser el próximo Marc Zuckerberg y eso aumenta las posibilidades que surja uno y en todas esas sociedades innovadoras hay un enorme respeto y tolerancia al fracaso. Nosotros crucificamos a los que fracasan en un emprendimiento. Cuando hablaba con los chicos en Silicon Valley sobre en qué estaban me decían «estoy sacando una nueva empresa de tecnología, me fue mal en los últimos tres emprendimientos pero este va a ir bien». Ellos mismos te cuentan de sus fracasos como galardones porque hay conciencia de que todo éxito es el último eslabón de una cadena de fracasos. En Uruguay si echan a un ejecutivo, la reacción social es que se acabó, que ya fue. Tenemos que cambiar nuestro concepto sobre el éxito y fracaso.
—Muchos de esos polos innovadores se crearon solas. ¿Cuál debe ser el papel de los gobiernos en su fomento de esos centros?
—La innovación es más un fenómeno de abajo para arriba que de arriba para abajo. Lo que está haciendo Cristina Kirchner, por ejemplo, con Tecnópolis y lo que hace Correa en Ecuador con su Ciudad del Conocimiento a la que destinó mil millones de dólares son solo proyectos políticos o inmobilarios. Lo que tendrían que hacer es ayudar a crear un ecosistema que venere a los innovadores y que no castigue el fracaso. Ningún innovador de los que menciono en el libro se aprovechó de un programa gubernamental.
—Pero esas usinas creativas no solo funcionan para la tecnología. Mejor arte, mejor cultura genera creatividad.
—En América Latina hay enormes bolsones de creatividad. El tema es ayudarlos a que trasciendan del barrio y del país y se hagan globales.
—Eso de los polos creativos que usted maneja a través del investigador Richard Florida es muy interesante…
—Él dice que antes la gente creativa iba a trabajar a las grandes empresas y ahora las grandes empresas van donde está la gente creativa. Y eso es una gran oportunidad para nuestros países, por algo hay uruguayos, argentinos trabajando en los lugares más exigentes.
—Para ser un libro sobre el futuro, me llamó la atención que lo ilustre con Einstein…
—Es gracioso. En mi programa de CNN tuve a Romero Brito, un artista pop de los más exitosos del mundo. En un corte le dije que estaba terminando un libro sobre innovación y que no sabía qué poner en la portada? Y me dice que si es de innovación y creatividad, entonces Einstein y te hago uno.
—Pensaba que si eso significa que hay viejos valores de aquella ciencia que siguen vigentes.
—Hay cosas que son constantes. Tenía la idea de Einstein como el genio solitario y ni Einstein ni ninguno de los grandes lo fueron. Es que toda innovación es el fruto de un proceso colaborativo. Einstein se basó en las conversaciones que tenía con su primera mujer y su tío, iba a todas las reuniones de científicos, colaboraba y cotejaba con el trabajo ajeno. Y casi todos los ejemplos que cuento en el libro —como Rafael Yuste quien está creando un mapa del cerebro— están publicando sus hallazgos en internet.
—Esa es una idea central del libro: un ambiente creativo genera más creatividad.
—Y estar tan globalizado como para saber qué se está haciendo y cómo superarlo.
—De los cinco secretos para incentivar la creatividad, ¿cuáles le parece que son los más difíciles de encarar para los gobiernos de la región?
—Son dos. El fracaso, sí, pero también la falta de una cultura de admiración a los innovadores. El otro día en Buenos Aires, un taxista me decía que era músico y que tenía 200 composiciones. Cuando le pregunté si había tratado de pasárselas a algún artista, casi con asco me dijo: «No, yo no estoy en esto por lo comercial, yo lo hago por amor al arte». Como si fuera una cosa espantosa tratar de vender lo suyo. Es una tara mental que tenemos en nuestros países. En China si uno habla con un chico y le pregunta si prefiere componer por amor al arte o para vender, aun bajo un sistema comunista, eligen vender.
—Pienso que están cambiando los jóvenes. Ahora son más arriesgados y están pensando en vender y difundir lo suyo.
—Ojalá. Ahora van a hacer un homenaje al presidente Mujica con artistas y yo no vi un homenaje parecido a jóvenes emprendedores. Decían que iba a tocar Serrat, que a mí me encanta, pero también me parece que hay muchos más jóvenes queriendo ser Serrat que un emprendedor exitoso.
Perfil
Nombre: Andrés Oppenheimer
Nació: Buenos Aires
Otros datos: Ganó el Pulitzer en 1987 como parte del equipo del Miami Herald que descubrió el caso Iran-Contras.
Un libro actual
Periodista con una de las carreras más destacadas en habla hispana, Oppenheimer ha conseguido con sus libros alimentar debates o presentar temas que los países de la región no suelen atender. Mucho de eso hay en ¡Crear o morir! (Debate, 450 pesos), el libro que fue a presentar a Punta del Este.
Esta vez su hipótesis es que América Latina tiene un gran potencial de creatividad e innovación pero que no se está haciendo nada para fomentarlo. Da algunas pistas concretas de por dónde podrían estar haciéndose las cosas («Los cinco secretos de la innovación») y entrevista a varios emprendedores e innovadores mundiales en varias áreas: Pep Guardiola, Richard Branson, Salman Khan. Y explica, de paso, por qué son tan trascendentes algunas cosas que ellos están pensando y creando.