(Foto: Andrew Harnik – AP)
Hay mucho entusiasmo en todos lados sobre el acercamiento del presidente Barack Obama a Cuba, pero permítanme un llamado a la cautela: es probable que el actual idilio entre Washington y La Habana se enfríe un tanto después de las elecciones de noviembre en Estados Unidos, independientemente de quien las gane.
La razón es muy simple: se necesitan dos para bailar el tango (o el cha-cha-cha, en este caso) y Cuba está haciendo muy poco de su lado para acompañar el relajamiento de las sanciones comerciales estadounidenses a la isla.
Asimismo, el próximo presidente de Estados Unidos verá la apertura comercial de Estados Unidos a Cuba como un legado de Obama, y probablemente no gastará mucho capital político para seguir expandiendo unilateralmente una política que pasará a la historia como la obra de un presidente anterior.
Cuando Obama anunció por primera vez la apertura a Cuba el 17 de diciembre de 2014, dijo –con razón– que la política anterior de Estados Unidos había fracasado, y que el comercio de Estados Unidos ayudaría a crear una nueva clase de emprendedores y una sociedad civil independiente en Cuba.
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