Cuando entrevisté a la presidenta Michelle Bachelet esta semana, rondaban informes de prensa que estaba enferma, aislada y deprimida por las últimas encuestas que muestran que el 75 por ciento de los chilenos tiene una opinión negativa de su gobierno. Sin embargo, si estaba deprimida, no lo parecía.
Tranquila y sonriente, Bachelet me dijo durante la entrevista en el palacio presidencial que Chile — al igual que el resto de Sudamérica —está sufriendo de un clima externo adverso por la desaceleración económica de China y la caída de las materias primas. Se proyecta que la economía chilena caerá de un promedio del 5 por ciento en años recientes a un 2.3 por ciento este año, señaló.
Para empeorar las cosas, los últimos escándalos de corrupción política — incluyendo un dudoso negocio de compra de tierras que benefició a su propio hijo — y el aumento de las tasas de delincuencia han erosionado la confianza en los políticos y en las instituciones, en un país que se enorgullecía de ser uno de los menos corruptos y más seguros de América Latina.
Pero Bachelet rechazó las acusaciones de que su gobierno de izquierda es en gran parte responsable del clima de zozobra que hay en Chile.
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Etiquetas: chile, Michelle Bachelet