Andrés Oppenheimer tiene, además del periodismo, otra pasión: la innovación. En su libro ¡Crear o morir! (Debate) vaticina la llegada de la era del conocimiento y advierte que sólo los que se adapten a este nuevo paradigma marcarán la diferencia.
¿Por qué los latinos nos llevamos tan mal con el fracaso?
Nos llevamos mucho peor con el fracaso que en los países anglosajones donde florece la innovación. En los países hispanoamericanos crucificamos a los que fracasan y ésa es la principal traba para promover una cultura del progreso. Una de las cosas que aprendí entrevistando a los mayores innovadores del mundo es que no hay éxito que no sea resultado de una larga cadena de fracasos.
Quiere decir que nadie acierta a la primera…
En Silicon Valley pregunté a un diseñador y me contestó: ‘Bueno, tengo una start-up, he fracasado en las últimas tres pero con ésta me va a ir bien’. Edison hizo más de 1.000 intentos fallidos antes de inventar la lámpara eléctrica. Los hermanos Wright tuvieron 163 errores hasta lograr un vuelo con éxito. Henry Ford tuvo 19 fracasos antes del Ford T.
¿Cree que la legislación penaliza a los emprendedores?
En los países hispanoamericanos las leyes de quiebra prácticamente convierten en un paria económico al que no tiene éxito.
Muchos ejemplos que pone en el libro son de EEUU, Corea del Sur, Taiwán, Finlandia… ¿la innovación es cuestión de dinero?
No. Singapur o Corea del Sur eran pobrísimos hace 50 años y ahora están entre los que tienen mayor renta per cápita del mundo gracias a una educación de calidad y a la innovación. No es una cuestión de dinero ni de políticas gubernamentales.
¿Quiere decir que necesitamos más gurús?
Lamentablemente, en los países hispanohablantes veneramos a los futbolistas y a los cantantes pero no a los científicos. Por eso en España hay 10 millones de chicos que quieren ser como Casillas en lugar de Premio Nobel de Física. Si no creamos una cultura de admiración no van a surgir innovadores. Nuestros países necesitan un Messi de la innovación, un Casillas de la tecnología. Si no creamos esa cultura de admiración por lo científico no van a surgir, y gran parte de la culpa la tenemos los periodistas.
¿Cómo se puede lograr el cambio?
Por ejemplo, a través de premios. Si el campeón de una olimpiada de matemáticas ganara 100.000 euros, saldría en los periódicos y ayudaría a que más niños le prestaran atención a la ciencia.
¿Usted asegura en el libro que hemos entrado en una nueva era?
Estamos en la era de la economía del conocimiento, donde el trabajo mental vale cada vez más que el manual. El futuro de España no va a depender de lo que digan los políticos, sino de si puede competir en este nuevo paradigma.
¿Que el trabajo mental valga más que el manual no nos ha llevado a la crisis económica? Hay corrientes que cuestionan que no fabricamos nada…
Si quieren ser pobres… Pero si quieren progresar no hay duda de que tienen que apostar por la innovación y la tecnología. Apple, por ejemplo, tiene una valoración de mercado superior a 720.000 millones de dólares. Más que el PIB de muchos países. Google vale más que toda la Bolsa de Rusia. Uber está valorado en 50.000 millones de dólares sin tener en propiedad ni un taxi ni un conductor.
¿Qué características debe tener un emprendedor de éxito?
Richard Florida, un académico al que cito en el libro, dice que son las tres ‘t’. Tecnología, tolerancia y testículos [risas]. Tecnología porque hace falta apostar por ella. Tolerancia porque los lugares donde florece la innovación son lugares en los que hay una enorme apertura mental hacia los que piensan diferente. En Silicon Valley te encuentras con una diversidad impresionante. Eso es lo que me hace tener esperanza en España y América Latina, porque tenemos enormes bolsas de diversidad y creatividad.
¿Qué escollos tienen que superar los latinos para lograr este cambio?
Tenemos talento y creatividad, pero no están acompañados de una educación de calidad ni de una tolerancia social con el fracaso. Si superamos estos dos escollos culturales no nos para nadie.
¿Cuál será la próxima gran innovación que veremos en Latinoamérica?
Creo que las principales innovaciones son sociales, no tecnológicas, y apuntan a la reducción de la pobreza. Desde el guatemalteco Luis von Ahn, que creó un software gratuito para la enseñanza de idiomas, hasta un fondo de inversión que paga a los estudiantes sus estudios universitarios a cambio de un porcentaje de su salario cuando se gradúen.
Elija un ejemplo de innovador latino.
El chef peruano Gastón Acurio. Ha convertido un oficio muy menor en América Latina no sólo en algo prestigioso, sino en un motor de la economía del país. Ha reinventado la cocina peruana, lanzándola de forma internacional y poniéndola al nivel de la española o la francesa, al tiempo que ha creado una industria de cientos de millones de dólares.
¿Cuál ha sido su secreto?
Eso es lo más innovador. Todos los chefs se llevan sus recetas a la tumba, pero él hizo lo contrario. Con el lema: No competir, sino compartir, empezó a regalar sus recetas a sus clientes y competidores para ampliar el pastel y que se beneficiaran todos. Ahora, en lugar de tener un restaurante de éxito en Lima, tiene muchos en París, Nueva York, Madrid… un imperio. Un innovador desafía el pensamiento tradicional.
¿Cómo podemos revolucionar el periodismo?
Tenemos que innovar en todo. Lo que hacemos hoy lo harán cada vez más los algoritmos y los robots. Yo conduzco un programa en CNN en español y hace cinco años tenía un cámara y un iluminador en plató. Hoy no hay nadie. Todo se dirige desde una mesa de control en Atlanta. En Associated Press las noticias de deportes menos importantes las escribe un algoritmo. Los periodistas tenemos que ser cada vez más creativos porque las máquinas no tienen emoción. Por eso creo que el futuro del periodismo va a estar en la investigación, el análisis y la opinión.
¿Muro de pago o acceso gratuito?
Espero que al igual que pasó con la música se afiance el modelo de pago como en el Wall Street Journal y The New York Times. Hay mucha basura en Internet, por eso espero que cada vez más gente esté dispuesta a pagar por los medios que hagan un chequeo de la realidad y tengan un control de calidad antes de publicar algo que después no sea cierto. Puede que, paradójicamente, este exceso de información ayude a los medios tradicionales.
¿Cree que habrá un efecto bumerán provocado por la saturación en las redes sociales?
Creo que las redes sociales son sólo un vehículo. Las redacciones van a distribuir su información por Twitter, Facebook, papel, televisión, radio…
En su libro habla de la fuga de cerebros como algo positivo cuando en España es un drama…
Lo que antes se consideraba como una tragedia hoy debe valorarse como una gran oportunidad. No hay que hablar de fuga de cerebros, sino de circulación de cerebros. Los países como La India que han triunfado en el terreno tecnológico lo han hecho gracias a los jóvenes ingenieros que se fueron a estudiar a Silicon Valley. Jóvenes que se graduaron y trabajaron allí y que cuando se decidieron a crear su propia empresa se dieron cuenta de que en vez de contratar a un ingeniero en Silicon Valley por 100 dólares la hora podían hacerlo en su país natal por un precio mucho menor. Empezaron a contratar en su país natal y así nació el ‘boom’ tecnológico de Bangalore, que es uno de los motores económicos de la India.
¿Qué países siguen ese ejemplo?
Chile, Brasil y México envían a cientos de miles de estudiantes a las mejores universidades del mundo, ya que saben que eso beneficiará a sus países de origen. Yo lo comparo con el fútbol. Estamos muy orgullosos cuando un jugador argentino se va al Barcelona o al Real Madrid, pero cuando un profesor se va a Harvard hablamos de fuga de cerebros. Tendría que ser lo contrario, ese profesor debería ser aprovechado para jugar en la selección nacional como pasa con los futbolistas.
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