Tratando de desviar la atención pública del récord mundial de inflación de Venezuela, la aguda escasez de alimentos y otros problemas económicos auto-infligidos que podrían llevar a una victoria de la oposición en las elecciones legislativas del 6 de diciembre, el presidente venezolano Nicolás Maduro está desempolvando de su arsenal un truco clásico de los demagogos en apuros: reactivar una vieja disputa territorial para agitar las pasiones nacionalistas.
Parece un recurso demasiado burdo. Pero Maduro, cuya popularidad ha caído un 20 por ciento, parece haber llegado a la conclusión de que la resurrección de viejos conflictos fronterizos con la vecina Guyana y— aún más importante — Colombia, va a cambiar el tema de conversación en Venezuela a algo que no sea la escasez de carne, leche y café, o la tasa de inflación, que según un nuevo informe de Bank of America llegará a un 172 por ciento este año.
Las excusas políticas anteriores de Maduro de que el desastre económico de Venezuela se debe a una supuesta “guerra económica” de la oligarquía y Estados Unidos, ya no están funcionando.
Después de 15 años en el poder, en los cuales la mayor parte del sector privado de Venezuela ha sido diezmado y una casta de seudo revolucionarios corruptos se ha enriquecido a más no poder, al gobierno chavista se le está haciendo cada vez más difícil culpar a terceros por el desastre nacional. De ahí que su nueva estrategia sea cambiar la agenda nacional.
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Etiquetas: Andres Oppenheimer, Nicolas Maduro, Venezuela