WASHINGTON – Chile acaba de dar un audaz paso para promover la innovación que debería ser imitado por todos los países latinoamericanos: ha puesto en vigencia una nueva ley de quiebra para que los emprendedores no se queden paralizados por miedo al fracaso, y se animen a crear nuevas empresas sin temor a que una bancarrota los inhabilite por muchos años.
A primera vista, parece una noticia poco importante, pero en Latinoamérica —donde las leyes de quiebra son tan draconianas que muchas veces convierten a las personas que se declaran en bancarrota en parias económicos y sociales— la reforma de las leyes de quiebra es un paso clave para alentar la innovación y acelerar el desarrollo económico.
A juzgar por lo que aprendí durante los últimos cuatro años, mientras realizaba la investigación para mi nuevo libro sobre la necesidad de incentivar la innovación en América Latina, “Crear o Morir!”, muchos potenciales emprendedores e inversores dejan de crear nuevas empresas porque los castigos para quienes fracasan son demasiado altos.
No solo hay una cultura de falta de tolerancia social ante el fracaso individual, sino que las leyes castigan despiadadamente a quienes se declaran en quiebra, prohibiéndoles iniciar nuevos emprendimientos durante muchos años.
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