Periodista y escritor, Andrés Oppenheimer es premio Pulitzer y autor de «Sálvese quien pueda», donde ahonda en los cambios sociales que ya están en marcha por la robotización del mundo laboral. Para él, «la tecnología no es una panacea, y todo esto también va a producir una reacción social y política», pero también señala: «En América latina, la mayoría de nuestros presidentes ni siquiera son conscientes del problema que se viene. Están en la luna». “El 64% de los empleos en Argentina corre el riesgo de ser automatizados. La transición será complicada”
-Su último libro sobre el futuro del trabajo se titula Sálvese quien pueda. ¿Es eso lo que nos espera?
-Sí, porque la automatización del trabajo nos va a afectar a todos, desde los obreros hasta los profesionales. Y el que no se prepare se va a quedar afuera. Yo lo veo todos los días en mi trabajo como periodista en Estados Unidos. Hasta hace poco grababa mis programas de televisión en un estudio con varios camarógrafos, pero desde hace algunos años las cámaras ya son robóticas. En el libro describo cómo la automatización va a afectar a los médicos, los abogados, los banqueros, los contadores, los maestros, los vendedores, las secretarias, los mozos de los restaurantes, los taxistas, y ni hablar de los obreros en las fábricas. Pero también hablo mucho de los trabajos del futuro, de las nuevas oportunidades laborales que van a surgir con las nuevas tecnologías.
Señas particulares. Andrés Oppenheimer, de 66 años, nació en Buenos Aires. Es periodista, escritor y conferencista. Reside en Estados Unidos y entre sus múltiples premios figura el Pulitzer, el máximo galardón para la prensa. Ha sido incluido por la revista Foreign Policy en español como uno de los “50 intelectuales latinoamericanos más influyentes”. Su último libro se titula “¡Sálvese quien pueda!” y trata sobre el futuro del trabajo y los trabajos del futuro. Además, sobre cómo las computadoras y los robots van a dejar a muchos sin trabajo, el gran tema mundial de la actualidad.
-¿Hay países que están más preparados para la robotización?
-Algunos como China y Corea del Sur son muy conscientes de la ola de automatización que se viene, y están comprando robots y automatizando sus fábricas a más no poder. Son los mayores compradores de robots del mundo. En la disyuntiva de automatizarse para no perder competitividad o proteger empleos, optaron por lo primero. En América latina, la mayoría de nuestros presidentes ni siquiera son conscientes del problema que se viene. Están en la luna.
-¿Los chinos no tienen miedo de crear un desempleo masivo?
-Le tienen más miedo a perder competitividad y dejar caer el crecimiento económico. Ellos saben que los robots industriales son cada vez más inteligentes, y cada vez más baratos. Mientras en 2010 una fábrica manufacturera china tardaba 5,3 años en recobrar la inversión de reemplazar a un trabajador humano por un robot, en 2016 el costo del robot había bajado a un año y medio de un trabajador humano. En 2018, muchos robots ya son más baratos que los trabajadores humanos. Los robots trabajan tres turnos seguidos, no piden suba salarial, ni se toman vacaciones.
-Para una cultura en la que el trabajo da sentido a la vida personal, ¿qué pasa cuando un robot lo reemplaza?
-Vamos a tener un problema masivo de pérdida de autoestima por parte de los desplazados por la automatización. Muchos países están explorando solucionar el desempleo tecnológico con un ingreso básico universal, o un impuesto a los robots para subvencionar a los trabajadores desplazados. Vamos a tener que buscar formas de valorizar labores sociales y benéficas para darle un sentido de propósito a nuestras vidas.
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-¿Cómo considera el avance de la «uberización» en las profesiones?
-Creo que es imparable. Lo vi con mis propios ojos. Para escribir este libro viajé a Japón para pernoctar en hoteles manejados por robots, donde hasta los recepcionistas eran robots. Fui a Silicon Valley a comer en restaurantes totalmente automatizados, donde ya no hay mozos. Visité una enorme ferretería en Silicon Valley, donde hay robots que ya han reemplazado a los vendedores. Le dije al robot que quería comprar una lamparita, y el robot me llevó, caminando, hasta el pasillo donde estaban las lamparitas. Este proceso de automatización no lo va a parar nadie, aunque muchos van a tratar de hacerlo. Porque la tecnología no es una panacea, y todo esto también va a producir una reacción social y política. Así como en la década del 2000 vimos un movimiento “anti-globalización”, en la década del 2020 vamos a ver un movimiento “anti-robotización”.
-En su libro cuenta que los maestros han dejado de impartir conocimiento, que hay otra manera de enseñar…
-Al conocimiento lo transmite el buscador de Google o los robots inteligentes mucho más y mejor que el maestro. Lo que no pueden hacer los robots es transmitir valores, fomentar la curiosidad, motivar y ayudar a los niños a encontrar su pasión. Por eso seguirá habiendo un lugar muy importante para los maestros, pero será distinto.
-¿Cuál es la experiencia de aquellos a los que les cambió el empleo?
-Muchos se han reinventado. Y eso no está mal. Todos tenemos que reinventarnos de una manera u otra.
-¿Cómo reaccionaron los periodistas del Washington Post cuando los robots comenzaron a escribir?
-Hasta ahora reaccionaron positivamente, porque los robots -en este caso los programas de inteligencia artificial- están escribiendo las notas rutinarias, como artículos sobre los resultados anuales de las empresas, o sobre resultados deportivos, o sobre resultados electorales. Eso le deja a los periodistas más tiempo para hacer periodismo de investigación, análisis y opinión. Pero vamos a ver qué va a pasar cuando los robots puedan hacer eso también.
-¿Cómo toman los sindicatos el avance de la robotización?
-Los sindicatos saben que no pueden detener esta ola. Hace pocas semanas los trabajadores del sindicato hotelero de Las Vegas amenazaron con ir a huelga, entre otras cosas porque los hoteles de los casinos ya están empezando a usar robots camareros, para llevarte el desayuno a la habitación. Pero entrevisté a la líder del sindicato, y me dijo que el sindicato no se opuso a la robotización, sino que exigió que los casinos le den re-entrenamiento a los trabajadores desplazados para que puedan trabajar en otra cosa. Y lo lograron.
-¿Qué aconseja para la Argentina?
-La primera prioridad seria tomar consciencia del problema. Según el Banco Mundial, el 64% de los empleos en Argentina corren el riesgo de ser automatizados en los próximos años. Yo soy optimista a largo plazo, pero la transición a corto plazo va a ser complicada.
Clarín
Agosto 8, 2018
Silvia Naishtat